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Por James A. Dorn1
El ampliamente aclamado libro de Joel Mokyr A Culture of Growth (2018) tiene importantes paralelismos con la obra de Peter Bauer (1915-2002), pionero de la economía del desarrollo. Ambos economistas reconocen la importancia de la cultura y de un mercado competitivo de ideas para fomentar el desarrollo económico.
A Mokyr le interesaba sobre todo explicar los factores que condujeron a la Ilustración y la Revolución Industrial, mientras que a Bauer le preocupaba la transformación de una economía de subsistencia en una economía de intercambio. Su minuciosa observación de los países menos desarrollados (PMD) del sudeste asiático y del África Occidental británica en los años 40 y 50 le convenció de que muchas de las ideas dominantes sobre los factores determinantes del crecimiento económico eran erróneas. Presentó pruebas fehacientes de que la pobreza no se autoperpetuaba, de que el comercio exterior era beneficioso tanto para ampliar las oportunidades de consumo como para difundir nuevas ideas, y de que la cultura importa en el camino hacia la prosperidad. Reconoció el fracaso del desarrollo dirigido por el Estado y la promesa de libertad, elección individual y un gobierno limitado.
The Economist elogió el libro de Mokyr: “Es refrescante que un economista se tome en serio la idea de que las ideas y la cultura marcan la diferencia en el crecimiento económico“. Este artículo examina algunas de las ideas clave del libro de Mokyr y demuestra que Bauer compartía opiniones similares respecto a la importancia de las ideas y la cultura para fomentar el crecimiento económico.
Mokyr sobre los orígenes de la economía moderna
El papel clave del conocimiento útil en la promoción del crecimiento se encuentra en el centro de la búsqueda de Mokyr por descubrir los orígenes de la economía moderna. Como él mismo escribe, la idea de que el “conocimiento útil” podía “transformar la economía” fue “la fuerza motriz del Gran Enriquecimiento” (p. 267). El crecimiento económico requiere un mercado competitivo de ideas. La institución que contribuyó a fomentar un vibrante mercado de ideas en el Reino Unido y Europa en los siglos XVII y XVIII fue la llamada República de las Letras (véase Mokyr, cap. 12). Los eruditos podían intercambiar ideas a través de una red activa de individuos informados, que también podían trasladarse de una jurisdicción a otra para evitar la supresión del libre pensamiento. La Revolución Científica abrió el camino a la Ilustración y a la Revolución Industrial, que transformaron Occidente en una economía moderna.
Un modelo de cambio cultural
Mokyr define la cultura en sentido amplio como “un conjunto de creencias, valores y preferencias, capaces de afectar al comportamiento, que se transmiten socialmente… y que son compartidas por algún subconjunto de la sociedad” (p. 8). Esas creencias, valores y preferencias pueden cambiar con el tiempo a medida que las personas adquieren nuevos conocimientos. En ese sentido, Mokyr sostiene que son “una cuestión de elección” (p. 12).
El papel de los “emprendedores culturales“, como Francis Bacon e Isaac Newton (véase Mokyr, caps. 7-8), impulsó la Revolución Científica con su énfasis en el método científico, las leyes de la naturaleza y la promesa de mejoras. Los pensadores de la Ilustración difundieron el optimismo sobre las posibilidades de progreso, siempre que se limitara el poder del gobierno y se protegieran los derechos humanos (naturales).
Mokyr desarrolla “un modelo de cambio cultural que explica por qué se produjo la Ilustración en Europa”. Su modelo se apoya firmemente en dos factores: la aparición de una República de las Letras y el hecho de que una Europa fragmentada permitiera el desarrollo del mercado de las ideas a medida que las jurisdicciones competían por el talento (pp. 339-41). Una cultura de crecimiento sustituyó al inmovilismo que había envuelto a Europa a medida que “los cambios en el mercado de las ideas” ampliaban el abanico de conocimientos y permitían florecer a los “emprendedores culturales”. Las regiones que permitieron una mayor libertad en el intercambio de ideas condujeron a una “evolución cultural basada en la elección” y a la prosperidad (cap. 6).
En pocas palabras, Mokyr sostiene que el desarrollo económico requiere un compromiso con “el pluralismo y la competencia con un mecanismo de coordinación que permita que el conocimiento se distribuya y comparta y, por tanto, se cuestione, corrija y complemente” (p. 340).
El mercado de las ideas
Muchos economistas han señalado la importancia de las instituciones sobre los incentivos y el comportamiento al estudiar los factores que influyen en el crecimiento. Sin embargo, se ha prestado menos atención a la importancia de un mercado libre de ideas. Mokyr sostiene que “los mensajes centrales de la Ilustración que importaron para el cambio económico posterior fueron producto de la competencia en el mercado de las ideas y fueron una continuación directa de la República de las Letras” (p. 268).
En particular,
Las ideas liberales de tolerancia religiosa, libre entrada en el mercado de las ideas y creencia en el carácter transnacional de la comunidad intelectual eran esenciales para el pensamiento de la Ilustración. Éstos eran los fundamentos culturales de las instituciones que no sólo apoyaban un mercado de ideas que funcionaba, es decir, un mercado en el que los innovadores tenían una oportunidad justa de persuadir a su público. También fomentaron activamente la innovación intelectual y sentaron así las bases para la aparición de la economía moderna (Mokyr, p. 178).
La lección de Mokyr es que un gobierno que protege a las personas y la propiedad y apoya un mercado libre de ideas sirve mejor para promover el bienestar humano. A partir de un estudio de la Ilustración europea, comprendió que “para avanzar en las condiciones materiales de la humanidad” es necesario estar abierto a nuevas ideas y limitar el poder del gobierno por el bien de la sociedad. Esas dos ideas “y su triunfo en el mercado de las ideas”, argumenta Mokyr, “crearon una sinergia masiva que condujo a los grandes cambios económicos que observamos”. En particular, “desde la industrialización y el crecimiento del capital físico y humano hasta el descubrimiento y el dominio de las fuerzas y los recursos naturales” que no podrían haberse imaginado a mediados del siglo XVIII (p. 341).
El enfoque de Bauer sobre el desarrollo económico
Al igual que Mokyr, Peter Bauer concedía importancia a los factores culturales y al mercado de ideas. En particular, señalaba los cambios culturales que ampliaban el abanico de opciones de las personas y mejoraban sus vidas. Sus estudios sobre la industria del caucho en el sudeste asiático (Bauer, 1948) y los pequeños comerciantes del África occidental británica (Bauer, 1954) le convencieron de que los pobres podían salir de la pobreza con trabajo duro, actividades empresariales y comercio interior y exterior, siempre que tuvieran libertad para hacerlo. Desenmascaró las ideas erróneas que ofrecían las élites a la hora de diagnosticar el desarrollo económico, y utilizó la observación minuciosa y el razonamiento cuidadoso para confirmar las teorías liberales clásicas que ayudaban a explicar la riqueza de las naciones.
El principal objetivo y criterio del desarrollo económico
Para Bauer, “el principal objetivo y criterio del desarrollo económico” es “la ampliación de la capacidad de elección, es decir, el aumento de la gama de alternativas efectivas a disposición de las personas” (Bauer 1957: 113; Dorn 2002). Las medidas que aumentaban la libertad de elección y limitaban el poder del gobierno, protegiendo así a las personas y la propiedad, atraían a Bauer, tanto desde una perspectiva moral como práctica. En este sentido, estaba en línea con el liberalismo clásico.
Esta visión del desarrollo enfrentó a Bauer con los expertos posteriores a la Segunda Guerra Mundial que favorecían el desarrollo dirigido por el Estado y la ayuda exterior y con los que se oponían al libre comercio. El fracaso de la planificación central y la falta de desarrollo de los países que practicaban el proteccionismo dieron la razón a Bauer. El Banco Mundial reconoció su importancia incluyéndolo en su primera edición de Pioneers in Development (1984).
Principios de la ortodoxia del desarrollo de posguerra
En los años 50, estaba muy extendida la idea de que existía un “círculo vicioso de la pobreza“. La mayoría de los economistas del desarrollo suponían que los bajos ingresos de los PMA, junto con la falta de previsión, limitarían el ahorro y la inversión, que se consideraban esenciales para el crecimiento. Se consideraba que los pobres eran incapaces de responder a los incentivos del mercado y que el comercio exterior era ineficaz o incluso perjudicial. Por lo tanto, se consideraba que la pobreza se autoperpetuaba. La única forma de salir de esta “trampa de la pobreza”, según la ortodoxia del desarrollo de posguerra, era seguir el camino de la planificación central o depender de la ayuda exterior (Bauer 1984: 1).
Estudios de casos
Bauer cuestionó los postulados de la ortodoxia del desarrollo de posguerra basándose en su conocimiento de los principios económicos clásicos y en la observación minuciosa de los PMA. Sus primeros estudios sobre el Sudeste Asiático y el África Occidental Británica en los años 40 y 50 le convencieron de que el desarrollo económico dependía sobre todo de “las respuestas individuales voluntarias de millones de personas a las oportunidades emergentes o en expansión creadas en gran medida por contactos externos y puestas en su conocimiento… principalmente a través del funcionamiento del mercado”. Y añadió: “Estos desarrollos fueron posibles gracias a un gobierno firme pero limitado, sin grandes gastos de fondos públicos y sin la recepción de grandes subvenciones externas” (Bauer 1984: 5).
Lo que Bauer observó de primera mano fue que “la gente corriente de los PMA no era necesariamente torpe, rígidamente constreñida por la costumbre y el hábito, económicamente tímida, intrínsecamente miope o, en general, deficiente en espíritu emprendedor”. Por ejemplo, los campesinos analfabetos del Sudeste Asiático y África Occidental “plantaron millones de acres para producir nuevos cultivos comerciales”, algunos de los cuales (por ejemplo, caucho, cacao y árboles de cola) tardaron cinco años en dar productos comercializables. Esas inversiones directas, argumentó Bauer, fueron “posibles gracias a cambios voluntarios en la conducta, actitudes y motivaciones de numerosos individuos” (Bauer 1984: 5).
Determinantes del desarrollo económico
Aunque Bauer era escéptico sobre la posibilidad de construir una teoría general del desarrollo (al igual que Mokyr), sí pensaba que era factible reconocer patrones en el proceso de desarrollo económico y hacer predicciones sobre las consecuencias de políticas alternativas destinadas a mejorar los resultados económicos (Bauer 1976: 24).
Tras estudiar varios PMA, Bauer llegó a la siguiente conclusión:
Los resultados económicos dependen de factores personales, culturales y políticos, de las aptitudes de la gente, de sus motivaciones y de las instituciones sociales y políticas. Cuando éstos sean favorables, el capital se generará localmente o se atraerá del extranjero, y si la tierra es escasa, los alimentos se obtendrán mediante la agricultura intensiva o la exportación de otros bienes (Bauer 2000: 29).
Bauer también argumentó que una población grande y creciente no es un perjuicio para el progreso económico, como tampoco lo es una alta densidad de población, siempre que el entorno institucional sea favorable a la libertad y la responsabilidad. En su opinión, “los logros y el progreso económicos dependen de la conducta de las personas, no de su número”. Criticó el uso de la renta nacional per cápita como medida del bienestar personal, ya que “ignora la satisfacción que la gente obtiene de tener hijos o de vivir más tiempo…. Irónicamente, el nacimiento de un hijo se registra como una reducción de la renta nacional per cápita, mientras que el nacimiento de un ternero aparece como una mejora” (Bauer 2000: 30-31).
Bauer señaló los efectos positivos de los contactos exteriores. Argumentó que el comercio internacional con economías más desarrolladas expone a los PMA a la posibilidad de progresar. Socava “actitudes y costumbres” que “inhiben el avance material”. Los contactos externos también “promueven nuevas ideas, actitudes y modos de conducta, así como nuevos cultivos, necesidades y métodos mejorados en general, además de fomentar la producción para la venta” (Bauer 1976: 38).
En resumen, si se deja a la gente intercambiar bienes e ideas en los mercados internacionales, se beneficiarán del “ajuste voluntario a las nuevas oportunidades”. Sin embargo, las políticas proteccionistas restringirán esas oportunidades y perpetuarán la pobreza (Bauer 1976: 85).
Conclusión
Bauer y Mokyr, al igual que Deirdre McCloskey, intentaron comprender el proceso de desarrollo desde una perspectiva más amplia que los simples modelos de crecimiento. Ambos consideraban la cultura y el mercado de ideas como variables no económicas importantes que explican la riqueza de las naciones.
Bauer (1976: 84) estaba convencido de que “el desarrollo económico requiere la modernización de la mente”. Reconocía la importancia de la libertad de las personas y del libre comercio para ampliar el abanico de opciones de que dispone la gente. Predijo que la planificación central y la ayuda exterior no lograrían el progreso material y que el desarrollo impulsado por el mercado era el mejor camino hacia una sociedad armoniosa. En particular, sostenía que el desarrollo dirigido por el Estado destruye un “giro experimental de la mente” (Bauer 1976: 84, 86).
La obra de Bauer fue reivindicada cuando los expertos en desarrollo descubrieron que muchas de sus críticas a la teoría ortodoxa del desarrollo eran correctas. Su inclusión entre los Pioneros del Desarrollo del Banco Mundial es testimonio de sus numerosas contribuciones a la economía del desarrollo. Como señaló Amartya Sen en su introducción al último libro de Bauer, From Subsistence to Exchange,
Bauer ha sido un defensor constante y convincente del papel de la economía de mercado en la consecución del desarrollo económico. Nadie ha hecho más por aclarar el alcance de la tesis de Adam Smith sobre las contribuciones creativas del intercambio…. El papel de la cultura en el desarrollo y el cambio económicos es un tema recurrente en los escritos de Bauer (Sen 2000: x).
Mokyr estaba muy influido por McCloskey en cuanto a la importancia de la cultura, un factor que muchos economistas siguen pasando por alto. Pero aunque Bauer era un economista del desarrollo y no un historiador de la economía como Mokyr y McCloskey, fue un ejemplo destacado en su campo que planteó cuestiones relacionadas hace décadas. Como nos recuerda Sen (p. ix), aunque las ideas de Bauer ganan adeptos, “los nuevos entusiastas… a menudo no le dan suficiente crédito” (véase Vásquez 2007 para saber por qué se descuidó el trabajo de Bauer durante tanto tiempo). Una referencia a Bauer en el libro de Mokyr habría contribuido a su distinción.
1es Vice-presidente para Estudios Monetarios y Académico Distinguido del Cato Institute.
*Este artículo fue publicado en elcato.org el 11 de enero de 2023